Justo cuando parecía que América Latina cerraba filas en torno a las criptomonedas, Bolivia sorprende con un giro de 180 grados. El Banco Central levantó la veda que mantenía desde 2014, permitiendo que los bancos operen con activos digitales a partir del 26 de junio. Nada revolucionario comparado con El Salvador, pero sí significativo para una economía que ya no puede ignorar esta tendencia.
El contexto que importa
Hasta hace poco, cualquier banco boliviano que tocara cripto era como jugar con fuego regulatorio. La prohibición de 2020 fue tajante. Ahora, tras reformas legislativas coordinadas con la Autoridad de Supervisión Financiera y organismos internacionales (GAFILAT), las instituciones pueden facilitar transacciones de criptomonedas por canales electrónicos.
El detalle clave: Bitcoin y compañía siguen sin ser moneda de curso legal. El boliviano (BOB) reina solo. Es decir, los bancos pueden intermediar, pero nadie está obligado a aceptar cripto como pago. Un paso forward, pero cauteloso.
Edwin Rojas Ulo, presidente del banco central, lo dejó claro: esto es para “fortalecer actividades financieras y comerciales”, no para reemplazar la moneda fiat. Además, viene acompañado de un plan de educación financiera porque, siendo honesto, los riesgos del cripto son reales.
Por qué importa a nivel regional
Bolivia se suma a una ola que ya capturó a media América Latina:
El Salvador: Único país del mundo que blanqueó a Bitcoin como moneda legal (2021). Lleva un rato acumulando BTC, aunque con resultados mixtos.
Argentina: Eligió presidente pro-Bitcoin en medio de una inflación descontrolada. La desesperación económica acelera la adopción.
México: No lo legalizó, pero permite transacciones y ganancias gravables.
Brasil: Impuesto del 15% sobre ganancias de cripto. Regulación fría pero integrada.
Lo que ves es un patrón: inflación + inestabilidad = cripto como escape valve. Bolivia, con su economía tambaléante, no es excepción.
La lectura final
Esta decisión no convierte a Bolivia en “cripto-friendly” de la noche a la mañana. Es un reconocimiento pragmático de que ignorar el fenómeno ya no es opción. Los bancos pueden jugar, el público se educa sobre los riesgos, pero sin apuestas de largo plazo como en El Salvador.
Al ritmo que va, es cuestión de tiempo antes de que más países latinoamericanos hagan lo mismo. La pregunta ya no es “¿debería permitir cripto?” sino “¿cuánto tiempo puedo seguir bloqueándolo?”
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Bolivia da marcha atrás: levanta prohibición de Bitcoin tras 10 años de veto
Justo cuando parecía que América Latina cerraba filas en torno a las criptomonedas, Bolivia sorprende con un giro de 180 grados. El Banco Central levantó la veda que mantenía desde 2014, permitiendo que los bancos operen con activos digitales a partir del 26 de junio. Nada revolucionario comparado con El Salvador, pero sí significativo para una economía que ya no puede ignorar esta tendencia.
El contexto que importa
Hasta hace poco, cualquier banco boliviano que tocara cripto era como jugar con fuego regulatorio. La prohibición de 2020 fue tajante. Ahora, tras reformas legislativas coordinadas con la Autoridad de Supervisión Financiera y organismos internacionales (GAFILAT), las instituciones pueden facilitar transacciones de criptomonedas por canales electrónicos.
El detalle clave: Bitcoin y compañía siguen sin ser moneda de curso legal. El boliviano (BOB) reina solo. Es decir, los bancos pueden intermediar, pero nadie está obligado a aceptar cripto como pago. Un paso forward, pero cauteloso.
Edwin Rojas Ulo, presidente del banco central, lo dejó claro: esto es para “fortalecer actividades financieras y comerciales”, no para reemplazar la moneda fiat. Además, viene acompañado de un plan de educación financiera porque, siendo honesto, los riesgos del cripto son reales.
Por qué importa a nivel regional
Bolivia se suma a una ola que ya capturó a media América Latina:
Lo que ves es un patrón: inflación + inestabilidad = cripto como escape valve. Bolivia, con su economía tambaléante, no es excepción.
La lectura final
Esta decisión no convierte a Bolivia en “cripto-friendly” de la noche a la mañana. Es un reconocimiento pragmático de que ignorar el fenómeno ya no es opción. Los bancos pueden jugar, el público se educa sobre los riesgos, pero sin apuestas de largo plazo como en El Salvador.
Al ritmo que va, es cuestión de tiempo antes de que más países latinoamericanos hagan lo mismo. La pregunta ya no es “¿debería permitir cripto?” sino “¿cuánto tiempo puedo seguir bloqueándolo?”