La trampa de la avaricia del dios de las acciones japonés: la verdad detrás de su recuperación de 70 yenes a perder 30 mil millones

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¿Alguna vez has pensado cómo un joven pobre que empezó desde cero creó la leyenda de doscientos mil millones de yenes en la bolsa? La pregunta aún más impactante es—¿por qué esa misma persona, al final, vio cómo en una sola mala jugada, se evaporaban 300 mil millones de yenes de beneficios? El dios de la bolsa japonés, Kawagane Zō, personifica estos dos extremos en su vida, siendo un reflejo de ambos.

De la pobreza extrema a un multimillonario: el precio del contraataque

La historia de Kawagane Zō no tiene atajos. Antes de los 30, transitó por China y Londres en medio de guerras, trabajó como contador y gestionó negocios de fundición, pero finalmente cayó en desgracia por fracasos en inversiones y regresó a Japón. Hasta los 31 años, se aisló en la biblioteca de Osaka, dedicando tres años a estudiar diversas obras económicas, intentando encontrar la fórmula del éxito en las inversiones.

En 1931, su esposa le prestó 70 yenes, y con ese modesto capital, Kawagane Zō entró en la bolsa. Desde ese pequeño inicio hasta su posterior fortuna de cien mil millones de yenes, hubo una década de recopilación de información y decisiones frías y precisas.

Su primera oportunidad de inversión surgió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, la gente necesitaba urgentemente refugios, y Kawagane predijo que la demanda de lámina de hierro aumentaría en otoño e invierno, comprando en masa. Como predijo, el precio de la lámina se disparó varias decenas de veces. Esta victoria inicial le dio su primer sabor del éxito y le hizo comprender—que ver las necesidades del mercado con anticipación es la verdadera visión superior.

En las décadas siguientes, Kawagane realizó inversiones precisas en varios sectores cíclicos:

La batalla del cemento en los años 70: Cuando la crisis del petróleo devastó la economía japonesa, las acciones de cemento cayeron de más de 800 yenes a poco más de 100 yenes. Mientras otros veían desesperanza, Kawagane vio la inevitable respuesta del gobierno en infraestructura. Compró en gran cantidad y, en tres años, ganó 300 mil millones de yenes.

La leyenda de las minas de oro en los 80: Una noticia sobre la alta calidad de las minas de oro de Rōkō despertó su interés. Tras investigar en secreto, compró acciones de Sumitomo Metal Mining. En menos de dos meses, el precio de las acciones se multiplicó por más de nueve, y con esa operación, volvió a obtener 200 mil millones de yenes, alcanzando la cima de los ingresos personales ese año.

La arma secreta del dios de la bolsa: la sabiduría de “ocho partes de saciedad”

Pero lo que realmente convirtió a Kawagane Zō en una leyenda no fue solo su visión para escoger acciones, sino su valiente decisión de salir del mercado en medio de la locura.

El ejemplo más ilustrativo fue el caso de las minas de Sumitomo Metal Mining. Cuando el mercado estaba en auge y todos decían “seguirá subiendo”, Kawagane actuó en contra de la corriente, vendiendo rápidamente sus acciones. Tres semanas después, el precio cayó a un tercio de su precio de venta—evitando así la catástrofe.

La pregunta es: ¿cómo pudo hacer esto? La respuesta está en su filosofía innovadora de “ocho partes de saciedad”.

Kawagane creía que, en la bolsa, lo más difícil no es comprar, sino vender. El mercado cambia en un instante, y el optimismo puede cegar, mientras que la avaricia es la trampa más común. Él comparaba vender acciones con cenar—solo comer hasta el 80%, esa era la verdadera maestría y sabiduría.

Aunque parezca que “perdió las últimas dos partes de ganancia”, en realidad evitó el riesgo de caer desde la cima. Esa es la razón por la que en sectores cíclicos de alto riesgo, puede ganar una y otra vez, raramente fallando.

La ley del tortuga: la filosofía de inversión de “lento es rápido”

Para resumir su método de inversión, Kawagane creó las “Tres reglas de la tortuga”:

Primero, descubrir acciones potenciales: buscar empresas con gran futuro que aún no hayan sido reconocidas por el mercado, mantenerlas a largo plazo.

Segundo, investigación autónoma: seguir diariamente las tendencias económicas y del mercado, recopilar información de manera personal. Nunca confiar ciegamente en las noticias optimistas de periódicos o revistas, porque “cuando la noticia sale, el precio ya suele estar en su punto más alto”.

Tercero, evitar el optimismo excesivo: no creer en la fantasía de que “el mercado solo sube”, operar solo con fondos propios y mantener un límite de riesgo.

El núcleo de esta metodología es una palabra: estabilidad. En la carrera de la liebre y la tortuga en el mercado, los verdaderos ganadores suelen ser aquellos inversores que no se apresuran, sino que perseveran con calma.

Lecciones de la vejez: cómo la avaricia puede devorar 300億

Pero incluso el dios de la bolsa no puede vencer completamente a la naturaleza humana. En su vejez, Kawagane sufrió una profunda derrota.

A finales de los 70, los precios internacionales de los metales no ferrosos se dispararon. Kawagane predijo que la invasión de Afganistán por parte de la URSS elevaría aún más los precios, y compró en gran cantidad acciones relacionadas. Debería haber seguido su principio de “ocho partes de saciedad”, pero, ante la euforia del mercado, perdió la calma—la avaricia lo llevó a mantener sus posiciones, perdiendo la oportunidad de vender en el mejor momento.

El resultado fue predecible: los precios cayeron en picada, y los beneficios en papel de 300 mil millones de yenes desaparecieron en un instante, dejando solo la ironía de la “riqueza en papel”. Esta derrota contrastó brutalmente con la sabiduría que tanto predicaba en sus años jóvenes.

Conclusión: la eterna lucha entre la racionalidad y la avaricia

Kawagane Zō nos enseñó con toda su vida que: el conocimiento se puede aprender, la experiencia se puede acumular, pero la bestia llamada “avaricia” en la naturaleza humana siempre será el adversario más difícil de domesticar.

Desde 70 yenes hasta cien mil millones de yenes, demostró qué significa tener una visión superior; desde escapar perfectamente en la cima hasta fallar en la vejez, también nos enseñó que—incluso el dios de la bolsa, no puede escapar de las trampas de la naturaleza humana.

En el camino de la inversión, la verdadera clave está en ocho palabras: Entrar con racionalidad, salir con calma. ¿Has dominado esa medida?

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