A todo el mundo le encanta la frase "apostar por ti mismo". La escuchas en todas partes—Twitter, podcasts, círculos de startups. Es motivacional, es inspiradora, suena genial en un tuit. Pero aquí está la cuestión: la mayoría de las personas nunca realmente llevan a cabo esa apuesta.

Existe una brecha enorme entre decir que crees en ti mismo y hacer movimientos reales que lo demuestren. Comprometer tiempo, dinero, reputación—ahí es donde termina la charla y comienza la realidad. Es fácil admirar el esfuerzo de otra persona desde la línea de banda. Es mucho más difícil dar el paso tú mismo.

¿Los que realmente lo hacen? Son discretos al respecto. No publican sobre su visión cada semana; están construyendo. Están fallando, aprendiendo, ajustando. Esa es la verdadera apuesta.