La reserva de cobre en la Bolsa COMEX de EE. UU. ha aumentado hasta 400,000 toneladas, representando el 62% de las reservas visibles en las tres principales bolsas de futuros del mundo. Detrás de estas cifras, en realidad, se desarrolla una guerra oculta entre los almacenes portuarios y las pantallas de negociación. Como la sangre de la industria, la distribución extrema de las reservas de cobre está reescribiendo profundamente las reglas del mercado mundial del cobre.
¿Por qué EE. UU. puede "comer" más del 60% de las reservas en bolsa? ¿Es casualidad? No. El año pasado, EE. UU. inició una investigación de comercio 232 sobre el cobre. Cuando se anunció la expectativa de aumento de aranceles, los comerciantes comenzaron a enviar cobre a los puertos estadounidenses de inmediato. Lo más agresivo fue el diferencial de precio del cobre entre COMEX y una bolsa internacional de futuros, lo que permitió a los grandes comerciantes detectar oportunidades de arbitraje: grandes cantidades de cobre de Asia y Europa fueron transferidas a EE. UU. La prueba más clara: las importaciones mensuales de cobre de EE. UU. pasaron de 70,000 toneladas a 500,000 toneladas.
¿A qué conduce la acumulación unidireccional de reservas? El mercado mundial del cobre ha sido literalmente segmentado. En EE. UU., las reservas se acumulan en exceso, y el precio spot se mantiene fuertemente suprimido; pero en los mercados de Eurasia, la oferta se vuelve escasa y los diferenciales regionales se disparan. Bajo la presión de estas operaciones de arbitraje entre mercados y la descoordinación entre oferta y demanda, los precios del cobre fluctúan de manera extremadamente violenta.
La lógica detrás de esta guerra oculta es bastante clara. Para EE. UU., controlar las reservas de cobre equivale a tener el poder de fijar los precios de las materias primas, lo que permite asegurar costos para industrias estratégicas como las energías renovables y la infraestructura; para los comerciantes, mover las reservas es una búsqueda de beneficios, aunque también aumenta la volatilidad a corto plazo del mercado; y para los grandes países manufactureros que dependen de la importación de cobre, la concentración de reservas ya está poniendo en riesgo sus cadenas de suministro, obligándolos a acelerar la exploración de recursos mineros y la construcción de inventarios. Esa es la verdadera partida de ajedrez.
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La reserva de cobre en la Bolsa COMEX de EE. UU. ha aumentado hasta 400,000 toneladas, representando el 62% de las reservas visibles en las tres principales bolsas de futuros del mundo. Detrás de estas cifras, en realidad, se desarrolla una guerra oculta entre los almacenes portuarios y las pantallas de negociación. Como la sangre de la industria, la distribución extrema de las reservas de cobre está reescribiendo profundamente las reglas del mercado mundial del cobre.
¿Por qué EE. UU. puede "comer" más del 60% de las reservas en bolsa? ¿Es casualidad? No. El año pasado, EE. UU. inició una investigación de comercio 232 sobre el cobre. Cuando se anunció la expectativa de aumento de aranceles, los comerciantes comenzaron a enviar cobre a los puertos estadounidenses de inmediato. Lo más agresivo fue el diferencial de precio del cobre entre COMEX y una bolsa internacional de futuros, lo que permitió a los grandes comerciantes detectar oportunidades de arbitraje: grandes cantidades de cobre de Asia y Europa fueron transferidas a EE. UU. La prueba más clara: las importaciones mensuales de cobre de EE. UU. pasaron de 70,000 toneladas a 500,000 toneladas.
¿A qué conduce la acumulación unidireccional de reservas? El mercado mundial del cobre ha sido literalmente segmentado. En EE. UU., las reservas se acumulan en exceso, y el precio spot se mantiene fuertemente suprimido; pero en los mercados de Eurasia, la oferta se vuelve escasa y los diferenciales regionales se disparan. Bajo la presión de estas operaciones de arbitraje entre mercados y la descoordinación entre oferta y demanda, los precios del cobre fluctúan de manera extremadamente violenta.
La lógica detrás de esta guerra oculta es bastante clara. Para EE. UU., controlar las reservas de cobre equivale a tener el poder de fijar los precios de las materias primas, lo que permite asegurar costos para industrias estratégicas como las energías renovables y la infraestructura; para los comerciantes, mover las reservas es una búsqueda de beneficios, aunque también aumenta la volatilidad a corto plazo del mercado; y para los grandes países manufactureros que dependen de la importación de cobre, la concentración de reservas ya está poniendo en riesgo sus cadenas de suministro, obligándolos a acelerar la exploración de recursos mineros y la construcción de inventarios. Esa es la verdadera partida de ajedrez.