Mi momento más divertido en el mundo cripto es, sinceramente, toda una saga que todavía duele recordar, pero que me hace reír cada vez que la pienso. Todo empezó durante una loca bull run cuando cada moneda aleatoria subía y todo el mundo en Twitter de repente se convirtió en “trader profesional”. Acababa de obtener un pequeño beneficio en una operación afortunada, así que mi confianza se disparó. De verdad creía que había descubierto el secreto del mercado. Aumenté el tamaño de mis posiciones, abrí varias operaciones y empecé a decirles a mis amigos: “No os preocupéis, pronto os enseñaré cripto.” 😂 Entonces llegó esa noche terrible. Me metí a lo loco en un token de moda solo por el hype y los emojis en los comentarios. Sin investigar, sin plan, solo puro FOMO. Al principio, subió un poco y volví a sentirme un genio. Incluso hice capturas de pantalla de mis beneficios no realizados como si ya fueran míos. Cinco minutos después, el gráfico se puso en rojo. No un rojo de “corrección sana”, me refiero a rojo cascada. El corazón me latía a mil, las manos me temblaban y no paraba de actualizar el gráfico como si eso fuera a arreglarlo. En vez de ceñirme a mi stop loss, me dije: “Va a rebotar. Siempre rebota.” No rebotó. Las alertas de liquidación empezaron a aparecer como sustos en una película de terror. En modo pánico total, cerré la operación con una pérdida enorme justo en el fondo exacto. El segundo que vendí… la vela se puso verde. Una vela verde. Luego otra. Luego un subidón enorme. La misma posición que acababa de destruir mi cuenta empezó a volar como si nada hubiera pasado. No podía aceptar la realidad. Mi cerebro entró en modo revenge-trade total. Sin pensar, volví a entrar en la misma operación a un precio peor, persiguiendo la subida como si me fuera la vida en ello. Durante unos tres minutos, volví a estar en ganancias y me sentía redimido. Entonces el mercado decidió darme una última lección: apareció de la nada un muro de ventas enorme, el precio se desplomó al instante y me liquidaron antes de que pudiera pestañear. Dos pérdidas, misma moneda, misma hora. Ejecución perfecta… de malas decisiones. ¿Lo peor? Me quedé despierto toda la noche mirando el gráfico como si fuera mi ex tóxica, sabiendo que debería alejarme pero incapaz de apartar la mirada. Por la mañana, la moneda se había recuperado del todo e incluso marcó un nuevo máximo histórico. El beneficio que podría haber tenido era mayor que mi cartera real en ese momento. Solo me reí de mí mismo en silencio. Sin lágrimas. Solo aceptación. Ese día me enseñó más que cualquier curso de trading. Aprendí sobre el FOMO, el exceso de confianza, el revenge trading y lo rápido que el cripto puede convertir sueños en comedia. Ahora, cada vez que siento la tentación de perseguir una subida, me acuerdo de aquella noche y mi combo de doble pérdida. El cripto no solo me quitó dinero, me dio un recuerdo para toda la vida y una gran historia que contar.
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#MyCryptoFunnyMoment
Mi momento más divertido en el mundo cripto es, sinceramente, toda una saga que todavía duele recordar, pero que me hace reír cada vez que la pienso. Todo empezó durante una loca bull run cuando cada moneda aleatoria subía y todo el mundo en Twitter de repente se convirtió en “trader profesional”. Acababa de obtener un pequeño beneficio en una operación afortunada, así que mi confianza se disparó. De verdad creía que había descubierto el secreto del mercado. Aumenté el tamaño de mis posiciones, abrí varias operaciones y empecé a decirles a mis amigos: “No os preocupéis, pronto os enseñaré cripto.” 😂
Entonces llegó esa noche terrible. Me metí a lo loco en un token de moda solo por el hype y los emojis en los comentarios. Sin investigar, sin plan, solo puro FOMO. Al principio, subió un poco y volví a sentirme un genio. Incluso hice capturas de pantalla de mis beneficios no realizados como si ya fueran míos. Cinco minutos después, el gráfico se puso en rojo. No un rojo de “corrección sana”, me refiero a rojo cascada. El corazón me latía a mil, las manos me temblaban y no paraba de actualizar el gráfico como si eso fuera a arreglarlo.
En vez de ceñirme a mi stop loss, me dije: “Va a rebotar. Siempre rebota.” No rebotó. Las alertas de liquidación empezaron a aparecer como sustos en una película de terror. En modo pánico total, cerré la operación con una pérdida enorme justo en el fondo exacto. El segundo que vendí… la vela se puso verde. Una vela verde. Luego otra. Luego un subidón enorme. La misma posición que acababa de destruir mi cuenta empezó a volar como si nada hubiera pasado.
No podía aceptar la realidad. Mi cerebro entró en modo revenge-trade total. Sin pensar, volví a entrar en la misma operación a un precio peor, persiguiendo la subida como si me fuera la vida en ello. Durante unos tres minutos, volví a estar en ganancias y me sentía redimido. Entonces el mercado decidió darme una última lección: apareció de la nada un muro de ventas enorme, el precio se desplomó al instante y me liquidaron antes de que pudiera pestañear. Dos pérdidas, misma moneda, misma hora. Ejecución perfecta… de malas decisiones.
¿Lo peor? Me quedé despierto toda la noche mirando el gráfico como si fuera mi ex tóxica, sabiendo que debería alejarme pero incapaz de apartar la mirada. Por la mañana, la moneda se había recuperado del todo e incluso marcó un nuevo máximo histórico. El beneficio que podría haber tenido era mayor que mi cartera real en ese momento. Solo me reí de mí mismo en silencio. Sin lágrimas. Solo aceptación.
Ese día me enseñó más que cualquier curso de trading.
Aprendí sobre el FOMO, el exceso de confianza, el revenge trading y lo rápido que el cripto puede convertir sueños en comedia.
Ahora, cada vez que siento la tentación de perseguir una subida, me acuerdo de aquella noche y mi combo de doble pérdida.
El cripto no solo me quitó dinero, me dio un recuerdo para toda la vida y una gran historia que contar.