Los despidos afectan profundamente a nivel emocional, pero existe una desconexión notable: la dirección suele subestimar el coste humano. La falta de empatía entre quienes toman las decisiones y quienes pierden su empleo sigue siendo un punto ciego persistente. Cuando los ejecutivos ven los recortes como movimientos estratégicos mientras los empleados afrontan la pérdida de estabilidad, la brecha se amplía. Este desajuste no se reduce solo a cifras: refleja problemas más profundos de cultura organizativa que muchas empresas, especialmente en sectores volátiles, siguen pasando por alto.