Últimamente circula por Internet una afirmación que dice que hay cuatro cosas en la vida que, aunque te maten, no debes contarle a nadie. Estas cuatro cosas son como cuatro trampas invisibles: en cuanto las digas, prepárate para caer en ellas. Suena un poco místico, pero si lo piensas bien, detrás de esto hay lecciones aprendidas a base de sangre y lágrimas por quienes ya han pasado por ello.
La primera es que nunca cuentes a los demás cómo ganas dinero ni cuánto has ganado. Puede sonar egoísta, pero la realidad es así de dura. Si compartes con entusiasmo con tus amigos que tienes un segundo trabajo y que al mes sacas unos miles de euros extra, tú crees que compartes tu alegría, pero quizá a ellos no les haga tanta gracia. La naturaleza humana es así de compleja: nadie desea de corazón que te vaya mejor que a ellos. Lo que hoy presumes, mañana puede convertirse en el blanco de las malas intenciones de otros. No temas a los ladrones, sino a los que te tienen en mente; si muestras tus cartas, es como invitar al lobo a entrar en casa. Algunos te felicitan de palabra, pero por detrás no sabes cómo te pueden poner la zancadilla. “No muestres la riqueza”, decía el refrán, y si ha llegado hasta hoy es por algo. Mejor hacerte rico en silencio y vivir tranquilo, que cualquier otra cosa.
La segunda es aún más clara: no hables de temas de hombres y mujeres. Hoy en día, las cuestiones sentimentales son las más difíciles de explicar. Si conviertes tu vida privada en tema de conversación, hoy te quejas de tu pareja, mañana compartes detalles dulces con otro, piensas que así desahogas tus emociones, pero en realidad te estás creando problemas. Cuando se difunden esas palabras, pierden todo su sentido. Lo que tú dices de corazón, para otros puede ser motivo de burla, o incluso puede convertirse en un arma para menospreciarte. Nadie pensará que eres sincero, solo creerán que no sabes manejar tu vida y que, si no puedes ni con tus propios sentimientos, mucho menos podrás lograr grandes cosas.
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Últimamente circula por Internet una afirmación que dice que hay cuatro cosas en la vida que, aunque te maten, no debes contarle a nadie. Estas cuatro cosas son como cuatro trampas invisibles: en cuanto las digas, prepárate para caer en ellas. Suena un poco místico, pero si lo piensas bien, detrás de esto hay lecciones aprendidas a base de sangre y lágrimas por quienes ya han pasado por ello.
La primera es que nunca cuentes a los demás cómo ganas dinero ni cuánto has ganado. Puede sonar egoísta, pero la realidad es así de dura. Si compartes con entusiasmo con tus amigos que tienes un segundo trabajo y que al mes sacas unos miles de euros extra, tú crees que compartes tu alegría, pero quizá a ellos no les haga tanta gracia. La naturaleza humana es así de compleja: nadie desea de corazón que te vaya mejor que a ellos. Lo que hoy presumes, mañana puede convertirse en el blanco de las malas intenciones de otros. No temas a los ladrones, sino a los que te tienen en mente; si muestras tus cartas, es como invitar al lobo a entrar en casa. Algunos te felicitan de palabra, pero por detrás no sabes cómo te pueden poner la zancadilla. “No muestres la riqueza”, decía el refrán, y si ha llegado hasta hoy es por algo. Mejor hacerte rico en silencio y vivir tranquilo, que cualquier otra cosa.
La segunda es aún más clara: no hables de temas de hombres y mujeres. Hoy en día, las cuestiones sentimentales son las más difíciles de explicar. Si conviertes tu vida privada en tema de conversación, hoy te quejas de tu pareja, mañana compartes detalles dulces con otro, piensas que así desahogas tus emociones, pero en realidad te estás creando problemas. Cuando se difunden esas palabras, pierden todo su sentido. Lo que tú dices de corazón, para otros puede ser motivo de burla, o incluso puede convertirse en un arma para menospreciarte. Nadie pensará que eres sincero, solo creerán que no sabes manejar tu vida y que, si no puedes ni con tus propios sentimientos, mucho menos podrás lograr grandes cosas.